Como todos conocemos, el Parkinson conlleva una progresiva discapacidad que va reduciendo la autonomía de los pacientes. Debido a esto, se generan múltiples e importantes dependencias y la necesidad de atención diaria constante, que suele recaer sobre los familiares de primer grado, en concreto en las mujeres (95,6% familiares de primer grado y 64,2% mujeres).
Además, el cuidador sufre un cambios en los roles y asunción de nuevas responsabilidades lo que provoca que más de ¼ de estos reduzcan su jornada laboral o renuncien a su empleo, empeorando su situación económica más del 30% de ellos.
Aunque es una experiencia positiva, emotiva y gratificante, al mismo tiempo los cuidadores sufren en un 87,5% estrés emocional; 72,1% fatiga; 63,8% dificultades para dormir; 58,5% ansiedad; 50,5% depresión leve y 31,9% presión alta; entre otros síntomas. Cuando esto sucede los cuidadores empiezan a sufrir alteraciones físicas, emocionales y sociales que encuadran el conocido síndrome del cuidador quemado.
Ahora, gracias al surgimiento de la "musicoterapia" como tratamiento se ha observado que ésta contribuye en la rehabilitación en los aspectos funcionales, emocionales y de socialización de las personas con Parkinson. Esta rehabilitación opera a niveles multisensoriales (motora, cognitiva, afectiva, conductual).
Pero, lo más importante es que se satisface la necesidad de la persona de seguir integrada al mundo y de mantener su individualidad. Gracias a esto, se observa un aumento en la motivación y disposición a nuevas tareas y aprendizajes, fortaleciendo a su vez la relación entre el usuario y el cuidador. Esto se produce puesto que muchos musicoterapeutas observan un aumento de la interacción entre pares dentro y fuera de las sesiones, provocando una mayor cohesión dentro del grupo y colaboración, además de mayor integración social.
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